domingo, 17 de mayo de 2020

Un amor de café



El otro día entré a la librería de la esquina del correo, él dueño y yo podría decirse somos cómplices de libros, él suele esconder los que sabe que me gustan hasta que vaya en quincena y yo suelo recomendarlo con todos, hoy mismo les dije: vayan y quizá encuentran haikus colgando de las ventanas, siempre hay café y galletas aunque no compren.

Pero hoy fue distinto, mientras buscaba algo nuevo, de un libro con olor a viejo se cayó una carta, la tomé con cuidado tratando de no romperla, las primeras líneas me capturaron de inmediato, parecía correspondencia de amantes y no pude evitar leerla...

"Extrañado y siempre amado Fernando, su ausencia me consume, las margaritas que plantó en su última visita le dan esperanza a mí alma, no sé si podré resistir sin verle, hoy me preguntaron por usted, un ingrato se burló de mí haciendo comentarios sobre lo ocupado que estaría para acordarse de ésta desdichada, dígame que no es cierto, desmiéntalo diciéndome ¿Cuándo volverá?...No puedo evitar recordar su último pedido, ése el de la última noche...cuando en la oscuridad del rosal me pidió que lo esperara, que pronto regresaría , que confiara en usted. Y yo con la ilusión de mí cariño pensé que era posible confiar, lo he defendido ante todos Fernando, he apostado mí vida por su querer pero el tiempo pasa y las noticias cada vez son menos...lo último que trajo el correo fue su carta de Colombia donde fue a negociar el café, decía en ella que todo marchaba bien...-

Amalia, muchacha, ¿que estás leyendo? Don Jerónimo me habla, doblo la carta rápidamente.
-Este último lote de libros de donde viene? Le pregunto fingiendo curiosidad.
-Ah lo trajeron de Colombia, llegó la semana pasada, creo que son históricos, puedes conservar el que quieras.

Busco el título "De Antioquia a Tolima: historia del café" Efectivamente tiene que haber sido propiedad de Fernando pienso. 

-Me gusta éste, quiero aprender del café.
-Puedes dejartelo las novelas son las favoritas ése me costaría venderlo.

Ayudo a don Jerónimo a marcar unos ejemplares más, los ordeno y pronto con cualquier excusa me retiro a casa, el noble vendedor me despide con su acostumbrada frase "Vuelva pronto Amalia," aunque sepa que pasara al menos una quincena para vernos de nuevo. 

No puedo esperar hasta llegar a casa, en el tercer asiento del bus número 45 saco la carta y leo....

"...que buscaría usted el mejor precio para la compra, y que pronto regresaría...¿qué ha cambiado desde entonces? ¿Ya no ama acaso el negro de mis cabellos? Ése que solía dormirse acariciando, no piensa más en mí mirada ilusionada, recuerdo cuando me repetía hasta el cansancio "el almendro de sus pestañas me tiene hechizado"; ¿Dónde está Fernando de mí alma? No deje que me consuma de dolor....

Es mí parada, casi tropiezo al bajarme del bus 45.
Abro la puerta con la velocidad de la impaciencia, tiró mi bolso en el primer rincón y acaricio a mí peluda amiga que sale al encuentro, subo mis pies en el sillón y acomodo almohadones mientras busco la continuación...

.....si llegará a ser cierto lo que otros dicen, que ya no me ama, le juro Fernando que dejaré que ésta tristeza sea mi dueña, que beberé de ella lo que me resta de vida, que nunca más volveré a respirar tranquilidad bajo ningún amanecer, si ya no me quiere por mí vida le juro que entregaré hasta el último de mis pensamientos a la incertidumbre de no saber que paso, no lograría entender como puedo respirar sin usted, ¿cómo podría ver el sol de nuevo sin su risa de compañía,? usted es la fé que me mantiene en pie, si llegará a faltarme sería como el capullo seco de una mariposa que no logró ver la luz, vuelva pronto Fernando, sino, moriré ahogada en el amor que debió darme vida.....Virginia."

Seco una lágrima rebelde que se compadece de Virginia, necesito saber que pasó con Fernando. La carta concluye con el nombre de quién probablemente envío en ella todas sus esperanzas, busco la fecha en cualquier esquina, "Agosto 25, 1920". ¿Qué habrá sido de la atormentada Virginia?

Muchos años atrás en Medellín la «ciudad de la eterna primavera» Fernando Villegas, acaricia la carta que el correo le trajo de su querida Virginia, allá estaría en su Costa Rica amada, probablemente sentada junto a las margaritas que sembraron juntos, esperando una respuesta suya y como podría él decirle ahora que había perdido toda la inversión del café, que no había hecho el negocio, que ésa maldita guerra se había llevado todo, y que ellos aunque vivían en un país de paz también habían sido cobijados por el desconsuelo de una economía incierta. La frustración se apodera de las arrugas de su frente
 ¡-No puedo regresar sin dinero-¡ ¿Cómo explicar que el precio ofrecido era ridículo? Virginia, no puedo regresar sin dinero, ¿Qué clase de hombre sería si la arrastro a la vergüenza y pobreza conmigo?

Su figura se mueve inquieta por la oficina de lo que podría ser su salvación, carga la carta consigo donde quiera que va, y de vez en cuando en su mente la sombra de Virgina le da fuerzas, desde temprano se presentó en la empresa del señor Carvajal quien quizá podría comprar su café u ofrecerle una alternativa. Sabía bien que si conseguía venderlo no obtendría nada comparado con lo que en un principio pensó, pero eso era mejor que regresar a Costa Rica con las manos vacías. 

Alberto Carvajal era el tipo de negociante que lograba ver una oportunidad y sacaba provecho de ella, por eso antes de entrevistarse con Fernando ya sabía que Villegas era un joven caficultor de Costa Rica, inexperto, enamorado y comprometido en matrimonio con Virginia Morera, una hermosa joven que aguardaba su regreso, sabía también que el amor era motivo suficiente para que Villegas aceptara cualquier trato que el le propusiera.
A pesar de todo Fernando sabía muy bien cuál era su posición, el café de Costa Rica podía colocarse bien en el extranjero y él había invertido todos sus ahorros en la compra de varias hectáreas que estaban por cosechar, los que sabían más que él le aseguraron que no tendría problema en venderlo, sin embargo luego vino la guerra y los países del mundo cambiaron el café por armas...así que Colombia pareció una buena opción para colocar el café no vendido y con la ilusión de hacer el negocio en ese país se despidió de Virginia prometiendo regresar lo antes posible, no obstante el panorama no fue el mejor y la compañía de los hermanos Baltodano con quienes negociaría, muy apenados le ofrecieron como ultimátum un precio ridículo que ni siquiera cubría la inversión del pasaje en barco. Semanas después del rechazo Fernando había logrado la cita con Carvajal un comerciante aprovechado pero que parecía ser su última esperanza.

La entrevista fue breve, precisa, justa, Villegas comprendió que la guerra y sus consecuencias a nivel global no le importaban a Carvajal pues lo dejó muy claro "Esto de la guerra es una desgracia pero peor seria que tuviera que regresar sin nada de dinero y con el café podrido" fue así como Fernando terminó recibiendo a cambio de la inversión de sus ahorros, un pasaje de regreso a su país y la suma de 15000 colones por la cosecha de sus 4 hectáreas., después de todo quizá sí regresaría a regar las margaritas junto a Virginia.

Amalia está dispuesta a averiguar lo que pueda del misterioso Fernando Villegas, pero el libro no tiene nada más allá de la carta, ella ignora que el café no pudo venderse con la expectativa primeriza, desconoce que Fernando nunca tuvo la intención de abandonar a Virginia, ella está exenta de la alegría que podría recibir la angustiosa escritora de recibir a su amor de nuevo...¿y ahora qué hago? ¿Será que habrá regresado? Don Jerónimo solo le mencionó que ese lote lo habían conseguido del despacho de unos abogados que de vez en cuando enviaba libros a una compraventa en Medellín, de seguro fue en esa oficina donde Fernando olvidó la carta, como no puede con la incertidumbre se lo cuenta todo a don Jerónimo...¿Qué piensa usted? ¿Será que al final se reúnen? 
La respuesta la deja con mayor necesidad de saber "La mejor palabra Amalia, muchas veces es la que no se dice"
Amalia resignada entonces usa su imaginación y construye su propio final, uno donde Virginia logra divisar la figura de Fernando terminando de subir la loma para llegar al rosal y las margaritas, uno donde ella llenó de risas el campo al salir a su encuentro, uno donde el café fue la cuna de un amor eterno, Amalia resignada asegura que es mejor construir finales felices que vivir en incertidumbre quizá en su final, Fernando contrajo alguna enfermedad que le impidió comunicarse con su amada pero una vez repuesto dispuso todo para volver al país. Ése es el final de Amalia, esto fue lo que realmente pasó.

Una vez tramitada la venta, Alberto Carvajal cita a Villegas en el despacho de Lara y asociados, firman la venta y mientras esperan el acomodo de papeles Fernando ojea algunos libros sobre el café de Antioquía, guarda uno en su bolsillo con la promesa de devolverlo antes de marcharse a Costa Rica pero es tanta la premura del viaje que olvida poner un telegrama avisando su regreso y ordenando papeles descuida la carta de Virginia en el libro que leía en las cosas para devolver a Lara.
El barco zarpa a las 5 de la tarde en un viernes de noviembre, la brisa salpica el rostro de Fernando y las gotas se disfrazan de lágrimas de alegría, pronto verá a Virginia, quizá no podrá llegar con la pequeña fortuna prevista, pero al menos alcanzará para iniciar una vida juntos, Virginia¡ Mí Virginia¡ ¿Cuánto estarás esperando mí regreso? Busca la carta en su bolsillo y cae en cuenta de su descuido, sonríe y el Océano Pacífico en eco de cavernas ríe con él.

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