domingo, 26 de octubre de 2014

Yemanyá

Nota: Yemanyá la diosa del mar, me recuerda a una amiga muy querida, este cuento también es para ella.

El olor lo trajo el viento,  era una mezcla de sal y espuma.  Fue ahí donde decidió cerrar el libro y mirar por la ventana,
La mañana le respondió agradecida con un cachito de mar.
Le parecía imperdonable tenerle tan cerca y no poder besarle. Eso era algo así como un sacrilegio.
De sus besos lo disfrutaba todo, desde el nerviosismo cuando le sentía acercarse hasta esa calidez que le hacia suya.. él había sido su amante ideal. Podía olvidarse de todo cuando la rozaba y su olor le recordaba lo sencillo de la vida. Ella lo ama, quizá en otra vida fue sirena. Pero hoy no pudo abrazarle,  el tiempo no fue de amores.
Decepcionada, mira por la ventana trasera del mundo (su mundo ahora mismo es ese asiento cargado de bolsas), las montañas que van surgiendo la alejan de la costa e imagina entonces que podría contemplar desde sus cimas a su amante. Con su voz podría cantarle y quizás su canto lo atraiga (como el de las sirenas).
Es difícil imaginar algo con un parlante estruendoso del lado derecho y gente dormitando del izquierdo,  se concentra mientras repasa el canto, el locutor no deja de dar la hora como si fuera posible pensar en algo más, la gente comenta que harán al llegar, pero ella sólo piensa en el canto, en la cima de la montaña. ..besa mis pies con tus labios espumosos.
Luego todo fue sombra y ciudad, la sirena se ahogó en alguna nota.

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